miércoles, 26 de enero de 2022

Poema a stalin

 Estamos vivos, pero ya no sentimos la tierra que pisamos;

nuestras palabras no se oyen a diez pasos, 

pero se necesitan pocas para describir al montañés del Kremlin.

Sus dedos gruesos, grasientos, como larvas;

y sus palabras tan correctas, tan pesadas, como plomos.

Risueños mostachos de cucaracha

y botas relucientes.

Entre una chusma de burócratas de cuello fino,

él juega con sus favores.

Uno silba, aquel maúlla, otro se queja,

pero solo él decide, y señala con el dedo,

firmando sentencia tras sentencia, como quien forja herraduras:

a uno en la ingle, al otro en la frente, o en la sien, o en el ojo.

Para él, cada muerte es como una golosina,

y caben muchas en su ancho torso de osetio.

(Noviembre de 1933)

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