REMINISCENCIAS
No
recuerdo el día en que ya me vi más alto que ti.
No fue en
mi adolescencia, ni a los 20. Siempre te vi mirando arriba…
Sencillamente,
un día cogiéndote del brazo guiando tu andar ya pausado, firme pero lento,
entendí que el tiempo es inexorable, que es inmune a los sentimientos, al amor.
Conservas
tu lucidez, tu interesante conversar, las anécdotas de toda la vida que
forjaron mi vida
Tan lejano
y como que hubiera sido ayer las historias de tu niñez, de tu adolescencia, de
tu juventud…nos presentabas como héroes mitológicos a nuestros ancestros, quizá
sin saber que cultivabas en mi corazón el respeto y el amor hacia la familia.
Respeto y
amor que se convirtieron en devoción hacia ti.
Y es que
tanto te debo, que cualquier cosa que haga será insignificante para lo que
mereces.
Que dolor
que siento al recordar a ese niño que se ponía a refunfuñar cuando lo mandabas
a comprar, a ese joven que por salir con sus amigos te dejó sola una que otra
noche.
Ahora
quisiera estar solo junto a ti, aprovechando el tiempo que nos queda, disfrutar
de una comida o una caminata por la playa en un atardecer.
Me parte
el corazón cuando te escucho decir “yo no siempre fui vieja, yo fui también una
muchacha” como reclamando tu lugar en el universo, pero debes saber que tú eres
todo mi universo, mi principio y mi fin.
Madre mía,
solo espero haber sido digno de ser hijo tuyo y no haberte defraudado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario